La Maya ya preside la plaza de Santiago Apóstol en el pequeño pueblo de Silió, un año en el que la emoción por la rotura de uno de los cordeles con los que se levantan los troncos unidos marcó el tramo final del izado, este año más tradicional que nunca. Un aplauso de alivio y felicitación puso final a una Maya que fue el mejor ejemplo de la unión y decisión de los vecinos de Silió. Al romperse el cordel, en el peor momento del izado, con la Maya con una inclinación de 45 grados, había que pensar qué hacer, pero no hubo dudas, se solventó el problema y se logró poner en pie el monumental roble (en realidad dos, unidos en los últimos días) de más de 30 metros y dos toneladas de peso. Una tradición mantenida por los jóvenes del pueblo, conjurados, contra viento y marea, para levantar a pulso la gran Maya, soportando el peso más que nunca de una milenaria tradición, como lo hacen con la otra fiesta que protagonizan cada año, La Vijanera. Y con una estela detrás, muy próxima, la de los niños, tirando hoy de las cuerdas, aprendiendo para cuando les toque tirar de brazos.
Todos empujaron especialmente, con brazos añadidos tras la rotura del cordel, para volver a plantar la Maya a la vieja usanza, con más esfuerzo que años anteriores y con la vista puesta en el año 90, cuando hubo que esperar al día siguiente para concluir el trabajo, único 'resbalón' que se recuerda.
Al final, descansando para recolocar los aparejos y redirigir la estretegia, lograron poner en pie, a golpe de riñón, cuerdas, cuñas y soportes, la Maya. A ratos empujando, a ratos preparando los andamios de madera, a ratos tensando las cuerdas, todo a golpe de brazo, entre muestras de asombro de los cientos de visitantes, entre los que estaba la vicepresidenta del Gobierno regional, Eva Díaz Tezanos, y la alcaldesa de Molledo, Teresa Montero. Al final el hombre se impuso y el gran tronco ya ejerce de mástil de la bandera de las tradiciones en la plaza principal del pueblo, Silió en estado puro.
En las caras de los esforzados jóvenes cansancio y satisfacción, caras reconocibles para los muchos cántabros que cada primer domingo del año vuelven a Silió, para disfrutar de La Vijanera.
Es una fiesta en la que participan todos los habitantes del pueblo aunque son unos 40 jóvenes los que levantan la Maya y la Añadición, los dos mejores troncos de roble del monte Canales, cortados hace apenas diez días y unidos para la ocasión.
Los más veteranos dirigieron las operaciones, entre ellos el Tin, referencia máxima con sus 97 años de cómo mandar tensar las cuerdas, adelantar las horcas que alzaban los troncos, parar y volver a arrancar. Antes se había ocupado, con la ayuda y consejo de otros mayores, de preparar las cuerdas y poleas que ayudaron a los mozos en el esfuerzo de poner en pie la Maya. Más aplausos y cohetes pusieron punto final a una tradición que recuerda la actividad maderera y religiosa de la zona hace siglos.
Y entonces comenzó otra tradición. Reunirse y recordar viejos tiempos, como apuntaba uno de los artífices de la recuperación de tradiciones en Silió, César Rodríguez, que sobre el susto del día decía que "está bien cada 30 años pero no más". "Son cientos las anécdotas que nuestros mayores nos contaron, como las veces que la Maya se cayó y se volvió a levantar, y a ellas unimos hoy una más". "Se trata de un momento en el que todo el pueblo trabaja en común, en pos de un objetivo, verla plantada y presidiendo la plaza durante cerca de un mes y medio".
La vicepresidenta regional y consejera de Universidades e Investigación, Medio Ambiente y Política Social, Eva Díaz Tezanos, reivindicó el valor de las fiestas más tradicionales de la Comunidad y ha abogado por mantenerlas y transmitirlas de generación en generación como un legado “único y excepcional”.
Díaz Tezanos y Teresa Montero estuvieron acompañadas por la directora general de Universidades e Investigación, Marta Domingo, la subdirectora de Infancia, Vanesa Solórzano, y el senador autonómico, Guillermo del Corral, además de por cientos de vecinos y visitantes.