La Vijanera, por encima de todo Lunes, 08 Enero 2018

La Vijanera, por encima de todo

El tiempo se para cada primer domingo de año en Silió, en el mismo momento en el que el caos toma el mando de ese pequeño pueblo de Molledo en forma de una de las mascaradas más importantes de Europa, la Vijanera, un maremágnum de atavíos, simbolismo, tradición y locura desbordada que envuelve a todos los presentes. Todos protagonistas, porque nadie se escapa a la interacción de los cerca de 170 participantes en la mascarada de Silió, zarramacos, danzarines, traperos y musgosos, personajes esperpénticos, árboles andantes, gigantes, animales mitológicos, mayores y pequeños, un enjambre ruidoso y frenético que volvió a convocar a cientos de personas, impasibles ante las inclemencias meteorológicas, testigos de uno de los ritos iniciáticos más importantes del viejo continente, una Vijanera siempre distinta, sorprendente una vez más. Como los recios vijaneros, hombres de invierno a los que la lluvia o la nieve no arredran, más bien al contrario.

No se hicieron esperar los devotos y desde primera hora con tropel invadieron el pequeño pueblo para disfrutar de una de las fiestas cántabras con más repercusión en todo el mundo, como acreditaron las muchas personas llegadas de fuera de las fronteras regionales y nacionales para poder ver en directo una comitiva única por su significado y vistosidad. Con ellos, profesionales dispuestos a grabar documentales para programas como Comando Actualidad o la misma CNN.

Lo cierto es que la organización ya lo había previsto. Siempre que la Vijanera va más allá de Reyes, los augurios anuncian una celebración masiva, y eso fue lo que pasó, a pesar de que la imposibilidad de habilitar prados para aparcar en un pueblo de por sí complicado arredró a algunos habituales.

Nadie se fue decepcionado, porque pudieron contemplar en vivo una Vijanera con cerca de 170, más trajes y caretas, nuevos o renovados, todos espectaculares, con especial mención siempre a los que representaban a la Naturaleza. Una edición que sigue pensando en el futuro, en los muchos niños que forman parte ya de la Asociación de Amigos de La Vijanera y que se entregaron en cuerpo y alma sábado y domingo a una fiesta que se sigue agarrando a su pasado ancestral para demostrar su inquebrantable tirón de futuro.

Más participantes, más trajes y más tiempo, alargando un año más la celebración a la tarde, algo más íntimo, sin tantos espectadores, vijaneros por el pueblo hasta la caída del sol a ritmo de cantos y pandereteras del valle, recuperando la música de la tierra de esquina en esquina, como ya sucedía hace décadas.

Para dar la salida a la comparsa se dio cita en Silió una amplia representación del Gobierno, Parlamento y ayuntamientos, con el presidente, Miguel Ángel Revilla, y la vicepresidenta, Eva Díaz Tezanos, al frente, el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Francisco Fernández Mañanes, la alcaldesa de Molledo, Teresa Montero, y regidores y ediles de muchos municipios. También destacaba una amplísima representación de miembros de las mejores mascaradas ibéricas, devotos del santuario que escenifica cada enero una fiesta encumbrada a lo más alto en los últimos años gracias a personas como César Rodríguez, uno de los exponentes de la organización. Un eslabón más en la vieja apuesta por declarar esas celebraciones como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Tocaban las campanas a mediodía cuando gritos, cohetes y campanos anunciaron el desenfreno que supone la Vijanera. Salida, por una parte, de las antiguas escuelas, sede renovada gracias al Gobierno de Cantabria, y, por otra, de los barrios altos para confluir ambas comitivas muy cerca de la iglesia románica, principio y fin de la fiesta.

Los visitantes se agolpaban en las rutas que tomaban los vijaneros. En la raya, dos veces pidieron guerra para, a la tercera, declarar la paz con el recuerdo del encuentro antaño con otras comitivas. Sorteando calles estrechas y gente cuerpo a cuerpo con los vijaneros, el grupo fue mostrando su particular singularidad: el amo, los traperos, la pepona, la madama o el mancebo, la gigante giralda, los danzarines, la preñá, la gorilona o las gilonas, además, por su puesto, del oso o los zarramacos.

De ahí regreso, paradas incluidas, a la campa donde se concentraron las cientos de personas que quisieron llegar al final. Coplas, canciones y parto de un nuevo año hicieron regresar sobre los pasos a unos y otros, protagonistas e invitados, hacia la iglesia, monumento a la divina justicia que empujó a los guerreros del bien, los zarramacos, a acabar con el Oso, símbolo del mal.

Después, ya por la tarde y en una cierta intimidad, interacción entre participantes y pandereteras para continuar con la esencia de la Vijanera, una fiesta que no deja indiferente a nadie, entre otras razones porque su caótico desarrollo permite que, siendo lo mismo y en el mismo lugar, nunca sea igual.

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